jueves, 11 de febrero de 2010

Villarta de San Juan

El pueblo cuyo nombre es objeto de estudio hoy es famoso por su puente romano (o puente viejo) de más de 500 mts. y 46 ojos a la vista. Piensan algunos sabios y medio eruditos que este puente tiene que (casi que por decreto) ser la razón del nombre del pueblo.
Así algunos de estos pseudolistos (entre ellos Sandro Weltz) afirman que el origen del nombre es debido al puente en cuestión, ya que para cruzar el puente había que pagar un impuesto, había que pechar. Pero claro, el señor que cobraba el peaje no estaba siempre, incluso algunas veces se tomaba unos moscosos y entonces el puente permanecía cerrado, por lo que quienes querían cruzarlo tenían que acampar a la espera de la apertura. Dice don Sandro que muchos de ellos dormían a la entrada del puente, y que cuando, al amanecer, despertaban y veían el puente y al final la villa, decían, qué villa tan alta: Villa Alta, que no era alta, que era lejana, pero al estar tumbados cambiaba la perspectiva. De ahí el nombre de Villa Alta, y de San Juan (el apellido) llegaría más tarde, cuando la Orden de San Juan sentó sus reales por aquellas tierras.
La razón parece más que forzada cogida por alfileres o por los pelos o más bien por las sombras. Es impresionante que gente seria se digne a decir tonterías como estas.
Yo he ido a Villarta y he paseado por sus calles y he observado sus lugares y he escuchado a sus gentes, es así como he llegado al origen verdadero del nombre de este pueblo.
Lo cierto es que esta villa, años ha, experimentó una serie de asombrosos milagros que dieron nombre al pueblo. La cosa comenzó cuando un día, de buena mañana, los más madrugadores descubrieron en medio de la plaza una talla que milagrosamente allí había aparecido. Después de unos breves estudios se dedujo que se trataba de una escultura de San Juan Nepomuceno Neuman. Se buscó un lugar para la talla y se dio noticia del milagro a la curia. Pero todavía no se habían repuesto del impacto cuando al día siguiente, en la misma plaza, apareció una nueva talla que, tras otro breve estudio, resultó ser la de San Juan Stone. Si un milagro es cosa milagrosa, dos resulta ya algo excepcional. Pero no paró ahí el asunto, porque al tercer día apareció una nueva talla, en esta ocasión se trataba de San Juan de Montemarano. La sorpresa fue mayúscula, y siguió siendo cuando, según se sucedían los días, se sucedían las tallas milagrosas: San Juan Fisher, San Juan de Clímano, San Juan de Duns Escoto, San Juan de Kety, San Juan Damasceno, San Juan Xenos, San Juan de Chinón... y así durante 50 días seguidos fueron apareciendo 50 Santos (y todos ellos Juanes) y ya no sabían qué hacer, pues al ser milagrosas no podían deshacerse de ellas ni almacenarlas de cualquier manera... hasta que un clamor tomó gargantas, calles y la municipalidad toda: ESTAMOS HARTOS DE SAN JUAN. Y así fue como al lugar se le conoció por Villa Harta de San Juan, y de ahí, a Villarta de San Juan, un traspiés sin h. Por cierto, desde la proclama dejaron de aparecer tallas milagrosas.
Por hoy vale

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